Cuando el tren de vapor era el rey: QEPD Eduardo Rodriguez

On Friday 4 February, Eduardo Rodriguez, owner of Bogotá’s Turistren passed away. I had the honour of spending time with him and his friends and hearing about his life on the railways. The following is a chapter of my doctoral thesis: De “puerto seco” a “patio trasero”. Apogeo, decadencia y renovación de la Estación de la Sabana (1917-2020) which details some of my time with him. It was a privilege to have known Eduardo.

The Estación de la Sabana, Bogotá.
  1. iv. Cuando el tren de vapor era el rey 

Steam was still king in 1963 when I took a summer job in a downtown Bogotá warehouse cataloguing oilfield sample. Everything inside the windowless building was covered in a thick layer of dust which had to be cleaned off as my helper and I identified and sorted small canvas bags, repacking them in the correct order for future reference. Work shut down over the long midday break and I had the choice of being locked inside with rats scurrying along a ledge under the roof or taking a twenty-minute walk down to Bogotá’s main railway station. It wasn’t a difficult choice. When the weather was good, I would often head down to the station where I was allowed to roam freely around the yard with my camera. Train crews became used to seeing me there and, on several occasions, I was given a ride on one of the yard switchers. 

Bob Whelan, conversación en agosto 2019 

(Bob Whelan es aficionado de las ferroviarias y en los años 1960 tuvo la oportunidad de conocer la Estación de la Sabana cuando trabajaba cerca, tuve la oportunidad de conocerle en agosto 2019). 

Estoy advertido de que don Eduardo Restrepo no está completamente lúcido, que a veces su memoria se evade, pero, en nuestra primera reunión, no veo nada de eso mientras que está sentado en su oficina en el segundo piso de la vieja estación de tren de Usaquén en el norte de Bogotá. Don Eduardo tiene 83 años y mira a un punto en la pared a mi espalda y me pide hacer lo mismo, “17.34” dice él, mirando el reloj de Londres, al momento en que el tren procedente de Cajicá llega aquí después de su viaje de 28 kilómetros para transportar a los estudiantes de las sedes del norte de la Universidad Militar, la Universidad del Rosario y la Universidad de la Sabana, “siempre a tiempo”, me dice don Eduardo sin una sonrisa, con el aire solemne de alguien que conoce su papel y sabe de la importancia de la puntualidad como costumbre, no como excepción.

Fotografía 11: Eduardo Restrepo en la Estación de tren de Usaquén. Autor: Richard McColl, 2019 

Las paredes de su oficina detallan una vida dedicada a la ingeniería y las ferroviarias, títulos enmarcados, recuerdos de tiempos pasados de sus estudios en Gran Bretaña en los años sesenta, placas conmemorativas con inscripciones de visitas del extranjero, objetos de coleccionista de trenes como relojes, mapas e ilustraciones de estaciones antiguas y pinturas. 

Cada trayecto del tren mueve entre 1200 y 2000 estudiantes hacia sus salones de clase y, como me explicó don Eduardo, los alumnos no pagan sino las universidades. “Los Generales de la Militar siempre dicen la misma cosa, solamente nos importa que los estudiantes llegan a tiempo a tiempo”. Desafortunadamente, los trenes no llegan al centro a la Estación de la Sabana, pero bajan a sus pasajeros afortunados en las estaciones de Usaquén y La Caro, desde allí tienen que buscar la forma de llegar a sus casas. Don Eduardo me dijo que llegar a la Estación de la Sabana con los trenes parados allá, ocupando las vías, causa complicaciones. Por eso su servicio no llega al centro, solamente su servicio de Turistren, que viaja los fines de semana y puentes hasta pueblos de la sabana como Zipaquirá y Nemocón.

Para nada ha perdido su lucidez, sus ojos brillan cuando hablamos de Gran Bretaña y recuerda su viaje hasta Manchester para estudiar ingeniería ferroviaria en 1960. Hasta recuerda con nostalgia su viaje en el barco desde Barranquilla al puerto de Plymouth, una travesía de 17 días. Al volver a su país natal, en 1962, don Eduardo, oriundo de Socorro, Santander, era el maá conocedor del tema de la maquinaria, los sistemas y la ingeniería ferroviaria en Colombia, honrosa distinción que todavía posee. Uno sospecha que le gustaría dejar el honor y las responsabilidades a alguien más, pero con el declive en el uso de las ferroviarias en Colombia, el interés en adquirir habilidades bajo los techos oxidados de hierro ondulado en el taller de la Estación de la Sabana, ha disminuido a 35 técnicos e ingenieros que contrata aquí. 

Fotografía 12: El Taller de la Estación de la Sabana, construido en 1913 y alquilado por Eduardo Restrepo para albergar y trabajar en sus trenes. Autor: Richard McColl, 2019 

Los cambios han sido constantes. Don Eduardo se fue para Gran Bretaña y de vuelta a Colombia se percató de que hasta la Estación de la Sabana había cambiado debido a la expansión de la calle 13. El resultado fue la pérdida de una plaza o patio delantero de la estación que brindó un sentimiento de opulencia al llegar aquí. Ahora, con las rejas y la entrada protegida por policías (en un acuerdo con Ferrocarriles Nacionales de Colombia, FNC, la policía metropolitana puede usar una de las bodegas de tren en la Estación de la Sabana para almacenar sus archivos), el ambiente es distinto, nada hospitalario. En algún momento, para proteger el patio delantero y facilitar la comunicación entre La Candelaria al occidente y el occidente de la ciudad, la Corporación de la Estación de la Sabana propuso construir un túnel por debajo de la plaza para asegurar que la calle 13 no llegara a estorbar la imponencia de la Estación. 

La caída del prestigio de una estación no es exclusiva de Bogotá. Igual pasó con Union Station en Nueva York, varias estaciones que conectan los trenes a lo ancho de los Estados Unidos. 

When the Old Penn Station Was Demolished, New York Lost Its Faith, Michael Kimmelman 

April 24, 2019, New York Times:

Inside and out, the building was meant to be uplifting and monumental — like the Parthenon on steroids — its train shed and waiting room a sky-lit symphony of almost overwhelming civic nobility, announcing the entrance to a modern metropolis. 

With its swarming crowds and dust motes dancing in shafts of smoky light, the station was catnip to mid-century photographers, filmmakers, artists and architects. It was the architectural embodiment of New York’s vaulted ambition and open arms. 

En las palabras de don Eduardo, el conocimiento y la memoria del ferrocarril es inexistente, y hoy como mi guía en la Estación de la Sabana, su entusiasmo no ha declinado mientras que señala con su dedo lo que considera de interés para mí. “Aquí tenemos una grúa del año 1905, la más antigua de su tipo en Colombia, y aun funciona”, me dijo. La grúa esta recién pintada y es una reliquia construida por la empresa Thomas Smith & sons, Rodley, Inglaterra, una empresa famosa durante la era industrial por su variedad de grúas.

Fotografía 13: Eduardo Restrepo con la grúa a vapor del año 1905 de la empresa Thomas Smith sons, Rodley, Inglaterra. Autor: Richard McColl, 2019. 

Al llegar de Gran Bretaña, los dirigentes de FNC, pensaron que con sus conocimientos sería más útil en Flandes, Tolima. Colombia estaba bajo el Gobierno de Guillermo León Valencia (1962-1966), y don Eduardo, al entrar la oficina de la estación de Flandes en su primer día ordenó: “Quiten la foto del presidente” y los trabajadores pensaron que su nuevo jefe era liberal y no conservador, pero don Eduardo continúo: “¡Póngan una imagen del Cristo!”. Desde entonces fue conocido como “el jefe sectario” y así evadió cualquier problema durante el Frente Nacional, con la violencia característica de esa zona del país. 

Mientras que caminamos, cuidadosamente observando las piezas de maquinaria guardada por todos lados, que parecen la colección de un loco, don Eduardo me asegura que cada cosa todavía sirve. Pasamos por la oficina donde los ingenieros hacen el check-out de herramientas, con estantes llenos de pulidoras, taladros y demás elementos. Está organizado, pero al ver el techo observo la guadua visible y rayos de luz entran. “¿Cómo es trabajar acá durante los 131 diluvios bogotanos como en días pasados?”, pregunto al trabajador presente. Sonríe, sin decir palabra. Supongo que no quiere decir nada frente al jefe, pero la sonrisa lo cuenta todo. 

Fotografía 14: La oficina de las herramientas en el taller de la Estación de la Sabana. Autor: Richard McColl, 2019 

El mismo día que recibí el tour de las instalaciones del taller de la Estación de la Sabana, había otros dos grupos de visitantes, uno, el equipo técnico de una película escogiendo lugares dónde grabar el rodaje de un video para un cantante de reggaetón y el segundo, un grupo grande de pensionados de FNC disfrutando su última reunión antes del fin de año 2019. 

Los pensionados, cada último jueves del mes, se reúnen aquí gracias a la hospitalidad de don Eduardo, quien les presta la cafetería del Turistren para su encuentro. Don Eduardo saluda a todos presentes, o, mejor dicho, todos se le acercan para compartir unas palabras con él. “¿Me reconoces?” —pregunta uno. “Su nombre me escapa” —dice con honestidad don Eduardo, pero trabajamos juntos en Chiquinquirá, estoy seguro”. El colega está bien feliz, a pesar del paso de los años y las vueltas de la vida; don Eduardo parece que no olvida una cara. No hay tiempo para saludar a todos, los organizadores me comentan que en Colombia hay unos 16.000 pensionados de las ferroviarias, unos 600 residen aquí en Bogotá, que normalmente hay más 132 personas asistiendo la reunión, pero con los paros de finales de 2019, muchos decidieron no venir. 

Aquí en la cafetería hay 150 o más pensionados. Están felices charlando entre ellos, pero uno piensa en las historias que están próximas a perderse. Las viudas de unos trabajadores están presentes, también individuos conectados a cilindros de oxígeno. Hablo con algunos, pero al mencionar la historia de la Estación y el barrio, los señores prefieren que hable don Eduardo quien sin duda es el más conocedor del sistema ferroviario en Colombia. 

A don Eduardo le gustaría ver un museo aquí en la Estación de la Sabana para asegurar que la historia ferroviaria no se pierda, pero hay mucha incertidumbre. No sabemos qué pasará con la Estación, si el Regiotram propuesto por los políticos para usar los mismos corredores que el tren y conectar los municipios cercanos con Bogotá será prioridad y condenará al cierre al Turistren.

Fotografía 17: Tren No. 8 que pertenece al británico Stephen Cossey. Cuando viene Stephen a visitar su tren, don Eduardo lo saca de su taller y lo tiene limpio para él. Por ahora, se queda aquí, protegido. Autor: Richard McColl, 2019  

Fotografía 18: Interior del taller. Autor: Richard McColl, 2019 

Don Eduardo es una fuente de buenas historias, y aunque hoy en día el no está involucrado en la gestión diaria del negocio porque su hijo se encarga de todo, se nota el respeto que inspira el patrón mientras que pasamos por el taller. Cada obrero, ingeniero, mecánico y maquinista quiere saludarlo y él saca tiempo para cada uno. “Apenas hay una sola mujer que trabaja acá, ella vino pidiendo un trabajo y la entrenamos, pero le dije, vas a ser la única mujer, nada de coqueteo aquí, nada de novio aquí, cualquier cosa y te vas”, me dijo. 

Pero la historia que más me interesa es la del inglés, Stephen Cossey, quien mientras trabajaba en Ecopetrol en Bogotá, entre 2009 y 2013, tomaba paseos en el Turistren, y como entusiasta de trenes y ferroviarias, hizo amistad con don Eduardo. En un momento de locura o de visión, don Eduardo le preguntó a Stephen si le gustaría comprar la locomotora No. 8, sin costo, pero con el compromiso de invertir en su restauración. Empezaron la obra en abril del 2011 y en julio del 2012, la locomotora viajó de nuevo. Ahora Stephen vive y trabaja en Colorado en los Estados Unidos, pero cuando puede, viene a Bogotá para visitar su locomotora.  

En una de sus viajes a Bogotá, esa vez con el canadiense Bob Whetham (citado al principio del capítulo), fuimos todos a la oficina de don Eduardo en la Estación de Tren de Usaquén. Allá, en el segundo piso, compartimos cuentos de Colombia, pero, obviamente, el tema de los trenes dominaba la conversación. Bob nos contaba sobre cómo era la zona de la Estación de la Sabana en 1963, “nada excepcional”, industrial y relativamente segura. Bob visitaba a sus padres que vivían como expatriados en el barrio el Chicó, y por razones obvias, cuando fue a buscar la dirección después de una interrupción de nada menos que 56 años, no la podía localizar ¡tanto había cambiado la ciudad! 

Fotografía 19: dos vagones esperando su recuperación en la Estación de la Sabana. Autor: Richard McColl, 2019 

Las visitas con don Eduardo me dejan con bastante nostalgia, no solamente porque él ha dedicado su vida a los ferrocarriles colombianos y existen muy pocas personas que realmente entienden lo que ha hecho, sino que él es el último en proteger este legado. Al mantener funcionando el Turistren para llevar turistas domingueros hasta la Catedral de Sal en Zipaquirá y a veces a Nemocón, ha asegurado que los trenes no desaparezcan en su totalidad en Colombia.

No se cómo mantiene el negocio económicamente viable, pero me aseguró que no hace nada que no sea rentable. Un enigma. 

Por ahora, don Eduardo es la personificación de la Estación de la Sabana y su fervor y entusiasmo es fácil de notar. Adentro del complejo, por detrás de las rejas, él asegura que el tren a vapor es el rey mientas por fuera todo está en estado de flujo y cambio. En la esquina oriental de la calle 13 con carrera 18, los edificios viejos, debido a lo que llamaba el cronista Felipe González Toledo, “la contagiosa demolición” (González Toledo, 2008, pág. 75), fueron reducidos a escombros y hoy, donde había remanentes de la historia de la zona, ya solo hay tres salas de exposición para unas torres de apartamentos aun por construir. Cuando los constructores vendan suficientes unidades, empezarán a subir las torres y la Estación de la Sabana va a caer en su sombra por debajo de la modernidad. 

Una vez más, el futuro en Colombia va consumiendo el pasado sin pensar en las consecuencias. Don Eduardo quiere ver un museo en la Estación de la Sabana, y evidentemente la era de la industrialización merece ser recordada, pero, como hizo el alcalde Mazuera en sus cuatro administraciones, igualmente hicieron los siguientes alcaldes porque para ellos, el imaginario de Los Mártires y la Estación de la Sabana no representan valor, sino una zona de “mujerucas” y “cazadores de carteras” (González Toledo, 2008, pág. 107) y la única forma de mejorar la zona, en sus opiniones, es la inevitable gentrificación. 

QEPD Eduardo Rodriguez.

ENDS.

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About Richard

Anglo-Canadian resident in Colombia. Journalist, Writer, Hotelier, Expedition Guide
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